BLOQUEO

OBSTÁCULO: cosa que impide avanzar o llegar a un lugar. Situación o hecho que impide desarrollar una acción.

… O persona o personas que nos impiden seguir adelante, o pensamientos propios y ajenos que bloquean nuestras ideas, callejón sin salida donde nuestros sueños se esfuman…

Por lo general, si identificamos y vemos con claridad el obstáculo, su forma y dimensiones, podremos estudiar las opciones que se nos presentan para poder sortear ese obstáculo y seguir adelante, y… tal vez… gracias a ese rodeo que damos para sortearlo, se nos descubre todo un mundo fascinante del que no sabíamos nada.
Pero esos obstáculos localizables e identificables no son peligrosos, en absoluto, incluso muchas veces esos bloqueos del camino suponen más bien un reto, algo a superar que, una vez superado nos hace crecer, nos hace felices.
Los obstáculos peligrosos son aquellos que no se pueden ver con claridad, mucho más peligrosos los que parecen otra cosa, los que no queremos ver, contra los que no queremos enfrentarnos o los que nosotros mismos camuflamos bajo la máscara de “otra cosa”.

Hace una semana poco más o menos, impartí un curso para desempleados bajo el título: “TU COMUNICACIÓN POSITIVA PARA UNA ENTREVISTA DE TRABAJO”. Al menos a mí, me pasa que cuando doy un curso para unas personas tan desesperadas como las que había allí, la implicación emocional y el deseo de ayudar se multiplican por mucho, quizás porque yo también he pasado esas crisis y, como todo el mundo, estoy en riesgo de seguir pasándolas en un futuro, aunque mi experiencia me ha convertido en gran escalador, nadador, y todo lo que hace falta para sortear obstáculos. No creo en los cursos genéricos en los que el ponente suelta su verborrea con mayor o menor fortuna y soy contrario a los que viven de leer sus powerpoints con más o menos complicación técnica o atractivo visual. Yo soy más de los que creemos que cada persona es un mundo y que no existen recetas mágicas ni soluciones que vengan bien a todos. 

Las soluciones son como los zapatos, si sólo tengo zapatos de talla 46, sólo podré calzar a aquellas personas que tengan un pie de talla 46… y no vale decir eso de “lo que digo para esta persona que cada uno se lo adapte a su problemática”. Como tengas un pie de talla 37 o de talla 48… lo tienes crudo. 

Afortunadamente somos muchos los que nos implicamos en la formación de manera que intentamos satisfacer a cada una de las personas que acuden a nuestros cursos y conferencias aunque se nos eche el tiempo encima. Somos muchos los que creemos que formar es transformar el futuro de las personas y que con ese futuro de las personas, no se juega.
El caso es que en una de las sesiones tuve que dar un giro a mi guion. Estábamos tratando el tema de las emociones o actitudes que pueden influir negativamente en nuestra comunicación. En general coincidían en el tema de los nervios que los descolocaban, desconcentraban y les hacían fracasar. Yo intentaba conectar esos nervios con una causa emocional, concretamente con el miedo. Miedo a no explicarse con claridad, a no expresarse con corrección, miedo a que les hagan “esas preguntas que circulan por internet”, miedo, en fin a toda una caterva de leyendas urbanas sobre el concepto de ENTREVISTA DE TRABAJO. Después de darles la razón sobre la existencia de algunas de esas leyendas y opinar que muchas de ellas se dan porque muchas empresas no saben hacer de manera honesta, eficaz y humana sus procesos de selección (algunos incluso rayando la mala educación), me asaltó una idea, seguramente sugerida por ellos y ellas sin darse cuenta: los nervios (negativos y paralizantes. Aprovecho para decir que opino que los nervios no se deben eliminar, ni se puede, que lo que debemos hacer es transformar su ADN para que pasen de ser nervios negativos en ese tipo de nervio que me hace estar alerta y tenerlo todo bajo control con la escucha activa, pues eso… activada) son hijos del miedo y ese miedo viene de algo que bloquea, pero, y ahí estaba el tema, no somos capaces de identificar “eso” que nos bloquea y no nos deja fluir. Tenemos un problema, pero el devenir del tiempo, la confusión por nuestro estado de ánimo, etc. no nos permite ver la causa, o la hemos olvidado, y sin ella, la solución es imposible.
Para entendernos y no irme por las ramas. Algunos de los ejemplos rayaban casi lo absurdo. Ejemplo.
­­­“Me pongo nervioso, tan nervioso que tartamudeo, sudo y pido que la tierra me trague”
Después de hablar un rato buscando la causa, me indica que siempre fracasa por culpa del inglés. No domina el inglés. Bien, la pregunta: “¿Y no te has planteado en todo este tiempo mejorar tu inglés?” o, en todo caso “No te presentes a convocatorias donde sabes que van a pedir un nivel de inglés que tú, al día de hoy, no tienes”. Este es un ejemplo común y típico que habréis escuchado más de una vez, a diferencia del zapato del 46, esto si se puede adaptar a diferentes situaciones; por ejemplo: LA FALTA DE EXPERIENCIA. “Piden experiencia, no la tengo, no me contratan… si no trabajo, ¿cómo voy a adquirir experiencia?” Buena pregunta, pero… “¡Ah! Que quieres que te la conteste yo… y ¿por qué no buscas tú la respuesta?, pero de verdad nos importa la respuesta a la pregunta o plantear el problema de manera real y buscar la solución diseñando para ello las estrategias necesarias". NO TENGO EXPERIENCIA Y PIDEN EXPERIENCIA. Veamos. Punto uno: ¿He buscado convocatorias en las que no piden experiencia?, punto 2: ¿Qué puedo hacer para tener esa experiencia? Para lo que primero debo saber que mi objetivo es trabajar de eso y cuando uno tiene un objetivo, se mueve, busca, diseña estrategias y hace lo imposible para conseguirlo. Resumiendo, fuimos viendo, analizando y hablando de ello hasta que concluimos que, sus problemas de nervios a la hora de comunicarse en una entrevista surgían de esos elementos que les bloqueaban y que hasta que no superaran eso, no podrían fluir como ellos quieren. Pero no sólo eso. Constatamos que la situación en la que se encuentran, se debe en gran medida a la falta de estrategias, consecuencia directa de la falta de objetivo, lo que equivale a decir “falta de ilusión”.
Quizás, contado así, suene un tanto simple, incluso estúpido… nada nuevo. Pero realmente el hecho de que no sea nada nuevo es lo que a mí me preocupa. Seguimos asistiendo a cursos, uno tras otro y de los distintos temas que orbitan el ámbito del desempleo. Yendo a entrevistas de trabajo como corderos al matadero. Enfurruñados y enfurruñadas porque no sabemos exactamente qué hacemos allí, con miedo a esas preguntas a las que  debemos contestar tal y como nos dicen que debemos hacerlo, con nuestro flamante currículo, que nos quejamos de que nadie lo lee sin pensar que ni siquiera nosotros lo leemos, simplemente lo entregamos… llegamos con una mochila tan cargada de cosas inútiles que no nos encontramos a nosotros mismos entre tanto caos… seguimos yendo sin preparación, sin estrategia, pensando que nos van a juzgar, a volver a decirnos que no valemos para esto ni para aquello. Olvidamos que una entrevista de trabajo es una reunión de profesionales en la que debemos convencer que somos el candidato o candidata ideal para el puesto vacante, y para convencer, nos debemos preparar, estudiar, investigar e informarnos, cuidar nuestra actitud, la cual está formada por nuestro estado de ánimo y nuestra apariencia externa.

Se requiere mucho esfuerzo para ser honesto con uno mismo, sincerarse de manera plena para poner ante nosotros todos nuestros defectos y todas nuestras virtudes, nuestras fortalezas, debilidades y amenazas para descubrir esos fantasmas que nos atenazan, esas compuertas que nos bloquean el paso, esos barrotes que nos aprisionan… algunos tienen una rueda para correr como los hamsters y tener así algo parecido a la libertad, otros tienen jaulas de oro, pero jaulas al fin y al cabo, es lo que se suele llamar “zona de confort”. 

Un gran esfuerzo despojarse de todas las capas que nos hemos puesto y que nos han puesto hasta convertirnos en una gigante cebolla que amenaza con salir rodando aplastando nuestros propios sueños. Desnudarnos y empezar a caminar ligeros de equipaje, con lo estrictamente imprescindible. Un gran esfuerzo que requiere sacrificios, pero cuya recompensa es impresionante.
“Quiero trabajar de lo mío”, dices… “¿Por qué no lo haces?”, te pregunto. “Porque no hay trabajo”. Escríbelo en un cartón y ponlo en ese rincón donde te has sentado a esperar tu disolución, en el que esperas a ser invisible. Piensa, ¿a cuántas entrevistas de tu trabajo te has presentado? ¿No hay?... Vaya… debo decirte que el mundo es mucho más grande que ese rincón en el que te has sentado a esperar que alguien te rescate, mientras te lamentas de que todos te han abandonado. 

La autocompasión es el mayor bloqueo de quien quiere crecer. Qué más te da saber que la culpa de todo es del gobierno, de las empresas, de los seleccionadores que cogen a todos menos a ti, si al final quien las pasa canutas eres tú. Sal de ahí, levántate y anda. Muévete, siempre llama más la atención lo que se mueve que lo que permanece quieto.
Por grande que sea el obstáculo, siempre hay un punto por el que lo podemos sortear. O, al menos, debemos intentar encontrar ese punto y si no lo encontramos, siempre tenemos la opción de volver por donde hemos venido y tomar otra senda.
Quieres comunicar que eres el candidato o candidata ideal para la vacante, que estás sobradamente preparado o preparada, que eres muy servicial, amable, que te gusta la gente y que aprendes rápido. Quieres transmitir ese mensaje, ningún otro. Todo lo que distorsione ese mensaje juega en tu contra y no te interesa… Piensa que el entrevistador no te conoce y debes enamorarlo o enamorarla a primera vista y eso no se consigue de un día para otro.

Y para acabar, piensa que hay personas que podemos ayudarte a que te ayudes a ti mismo/ misma.     

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